El jueves 28 de octubre me levantaba temprano dispuesto a abandonar Aínsa para poner rumbo hacia Torla. En la agenda del día estaba pasar la mañana en el Cañón de Añisclo para hacer una ruta corta y sin apenas desnivel: la ruta circular por San Úrbez. Sinceramente, pensé que me iba a levantar con más dolor de piernas, pues la tarde anterior, al quedarme frío una vez en el hotel, empecé a notar enseguida que las agujetas estaban presentes.
Si bien el día de antes creí que no volvería a circular por una carretera tan estrecha, estaba totalmente equivocado. Imaginaos lo estrecho que era este nuevo sendero, que la carretera en su mayor tramo era de sentido único.
En el sector de Añisclo también se mostraba tímidamente el color otoñal. Tanto Escuaín como Añisclo son menos fríos que Pineta y de ahí que el otoño avanzara más lento.
Lo que más me llamó la atención de este valle es lo que su propio nombre indica: el cañón que se abre entre las montañas. Y el agua azul turquesa que corre por él.
Desde el aparcamiento de San Úrbez parten varias rutas, todas con más o menos dificultad. He de decir que este aparcamiento es muy pequeño y cuando llega el cupo, lo cierran. Yo tuve la suerte de que fui el último en entrar. No obstante, la gente deja los coches aparcados en la cuneta de la carretera y no hay problema alguno.
Desde el mismo aparcamiento se obtienen ya unas vistas preciosas.
Merece la pena coger un pequeño desvío que indica hacia un mirador. Mery y Pepe no pudieron aguantarse las ganas de fotografiarse.
La bajada hacia el río va entre un bosque cerrado. En algunos tramos es bastante oscuro.
No era mucho el agua que corría, sin embargo, a pesar de la sequía, me he dado cuenta de que en Los Pirineos siempre corre el agua.
La ermita de San Úrbez no queda muy lejos. Está enclavada en un enorme peñón, en el mismo cañón.
La ruta continúa hasta el Puente de San Úrbez, construido en piedra y con una gran altitud. Da algo de vértigo cuando te asomas a uno y otro lado.
Desde el puente hasta el comienzo de la ruta tan solo hay cinco minutos de andar. Una última vista antes de despedirnos de este maravilloso paseo.
Tanto entretenerme haciendo fotos sirvió para que una ruta que se estima en unos 45 minutos de caminata, yo tardara una hora y cuarto.
Sobre las 12:00 aproximadamente seguiría mi camino hacia Torla. El GPS me marcó que tardaría más o menos 50 minutos en llegar, sin embargo, no fue hasta las 15:00 cuando llegué a mi destino. Y es que por el camino sentiría la primera de las emociones fuertes durante mi estancia en el Pirineo Aragonés. Al llegar a Fanlo tuve ante mí el otoño más impresionante y espectacular que he visto en mi vida. Pero eso os lo cuento en otra entrada. La magia del Bosque de la Pardina del Señor se merece un único capítulo.