Desde hace varias semanas tenía el reto por delante de viajar hasta Guijo de Santa Bárbara para acometer la ruta hacia el Refugio Virgen de las Nieves. Después de haber intentando en vano que me acompañaran algunas personas, finalmente, tomé la decisión de hacer la ruta solo.
Esta ruta ya la hice hace 11 años, en marzo de 2011 y siendo de las primeras rutas senderistas que hice desde que comencé esta afición. Recordaba que era bastante dura, entre veredas llenas de piedra y matando los pies y piernas. Aquella vez el objetivo del día era haber hecho la ruta hasta el Charco del Trabuquete y luego volver al pueblo, pero mis acompañantes se empeñaron en subir hasta el refugio. Así fue y lo pasé fatal, pero se logró.
Informándome por internet leí que la ruta es menos dura si se acomete por otro sendero a la otra parte de la Garganta Jaranda, por lo que me dije que esa sería mi opción.
El coche se ponía en movimiento sobre las 8:20 desde Cáceres para llegar a Guijo de Santa Bárbara sobre las 10:00. Una vez logré aparcar subí hasta la parte alta del pueblo. El sendero parte desde las inmediaciones de la plaza de toros.
Desde la primera cuesta de hormigón se ve a lo lejos el refugio. Su tamaño es diminuto desde el pueblo, señal de que tenemos casi 6 kilómetros hasta que estemos allí. Pero no me desanimo por muy lejos que lo vea. He viajado hasta allí con el único objetivo de llegar hasta el refugio, siendo consciente de que el camino tendrá complicaciones en algunos tramos y necesite pararme varias veces para tomar oxígeno.
Poco a poco voy dejando el pueblo a mis espaldas. Las vistas son más bonitas cuanto más asciendo, aunque eso no es nada en comparación con lo que está por venir.
Para seguir la ruta tenemos dos opciones: una es seguir los hitos que te encuentras durante todo el camino; otra es seguir las marcas amarillas y blancas en las paredes o, incluso, en los propios hitos.
Tras casi una hora caminando llegué a una zona de un robledal. Sentado ante la primera de las fuentes encontradas me comí el primer bocadillo de la mañana. Me sirvió para dar descanso a las piernas y así darle otro golpe al ponerme de nuevo en movimiento.
El ascenso continúa sin parar y las vistas cada vez son más espectaculares. Ahora es Guijo de Santa Bárbara el que se ve como una pequeña mancha en el paisaje.
Por cierto, yo siempre digo que al campo hay que salir en pantalones largos, sea la época que sea. ¿Queréis la razón por la que lo recomiendo? En la siguiente foto va a quedar muy claro.
Continuando, hay un momento donde un cartel indica el desvío hacia el refugio. Aquí vuelvo a hacer una parada, pues llevaba bastante rato subiendo sin parar. Mery y Pepe, que han decidido ir cargados y sin dar un solo paso, deciden salir de la mochila para fotografiarse. Así sube cualquiera.
En la segunda fuente encontrada decido recargar la botella, pues en la primera aún llevaba bastante agua. Ahora, el refugio se ve con más claridad, aunque ello no significa que lo tengamos al lado.
El agua corre por el camino con el deshielo de la nieve.
La última parada de la mañana la hice para poder acometer bien el último tramo de subida. También para fotografiar a las cabras montesas que merodeaban por la zona.
Aquí me crucé con tres hombres que habían hecho la ruta al revés, es decir, ellos subieron por la garganta hacia el Trabuquete y siguieron subiendo hacia el refugio. A pesar de verlo muy cerca, les pregunté cuánto tiempo más o menos tardaría en llegar arriba. Me animaron diciendo que en 15 minutos como mucho estaría allí. Por lo que le di un último arreón.
Dos horas y cuarto después de mi partida desde Guijo de Santa Bárbara conseguí mi reto. La satisfacción fue mayúscula y me hizo ver que estoy en forma (algunos me dicen que forma redonda, pero más quisieran…). Además de ser un reto para mí, esta ruta significaba si iba a poder acometer otras similares en los próximos meses. Mi cuerpo respondió bien y lo logré.
Después de descansar durante casi quince minutos me entretuve haciendo fotos por los alrededores. El lugar es precioso.
Mery y Pepe volvieron a posturear para las redes sociales. Seguro que presumen del lugar donde han subido, cuando ellos no movieron ni un solo dedo para llegar hasta arriba. En fin, ya sabéis la de mentiras que cuentan las redes sociales.
Mi segundo objetivo del día era volver por la garganta para así visitar también el Charco del Trabuquete. Detrás de mí llegó una pareja, Jose y Pilar, cuyo objetivo era el mismo, aunque estaban como yo: ninguno sabíamos desde dónde partía la ruta de bajada a la garganta. Estuvimos más de media hora investigando, incluso bajamos por unas veredas intentando seguir los hitos, pero nuestra búsqueda fue infructuosa. Finalmente, decidimos volver a subir hacia el refugio y volver por el mismo camino de subida. Era la mejor opción puesto que no queríamos arriesgarnos a perdernos en el camino. Al llegar de nuevo al refugio, otra pareja que había subido con sus hijos nos indicó por dónde se bajaba, aunque el hombre nos advirtió que la señalización al principio era escasa y con posibilidad de pérdida. Ello nos convenció de que lo mejor era volver a Guijo de Santa Bárbara por el mismo camino por el que habíamos venido. Dicho y hecho. Jose y Pilar se despidieron de mí y cogieron la delantera. En cuanto me terminé de comer el segundo bocadillo me puse de nuevo en movimiento. Pronto, el refugio quedó a mis espaldas y comenzaba a verlo diminuto otra vez.
La bajada tardé una hora y media en hacerla, con apenas una parada de unos cinco minutos. Y aquí llegó la anécdota del día, algo que no podía faltar en una salida al campo: la pérdida. Sí, habéis leído bien: la pérdida. Os preguntaréis que cómo es posible que me pierda en un camino que a la ida no me supuso ningún problema. Pues ni yo mismo me lo explico. Llegó un momento donde dejé de ver los hitos de piedra, me di la vuelta para encontrarlos y así fue, pero luego no vi ninguno más en los alrededores. Tan solo había trazada una pequeña senda, que fue la que tomé, pero ahí no había más hitos. Por tanto, ni puñetera idea de por dónde había subido por la mañana (lo sé, mi sentido de la orientación es un desastre). No obstante, la pérdida apenas fue de 10 minutos, pues pronto llegué a un camino de hormigón que intuía que llevaba hasta el pueblo. Al cruzarme con un coche lo paré y pregunté al conductor. Me confirmó que la bajada por el camino hormigonado terminaba en Guijo de Santa Bárbara. Que todas las pérdidas sean así y no como la que sufrí el pasado otoño en el Valle de Pineta (Los Pirineos).
Sin más que contar, me despido de esta preciosa ruta, algo durilla, pero que se puede acometer perfectamente teniendo un mínimo de forma física.
Hasta otra aventura, turistas.