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Castilla y León – Valle de Iruelas: ruta por el Castañar de El Tiemblo
El último día que salí a hacer rutas durante mis vacaciones otoñales, el día 18 de noviembre, lo hice en tierras de Ávila, en concreto, en el Castañar de El Tiemblo.
El día antes llegué a esta población cercana a Madrid. Mi estancia era el Hotel Toros de Guisando. Me sorprendió gratamente el tamaño de la habitación. Era espaciosa y con un armario enorme donde poder meter las dos maletas con las que iba a cuestas en esos 15 días.
El Castañar de El Tiemblo era uno de esos lugares que tenía pendiente de visitar desde hace varios años. En mis planes iniciales no estaba en la guía de ruta, sin embargo, en verano amplié en un par de días la planificación de las vacaciones para poder visitarlo.
Sobre las 09:30 llegué al aparcamiento habilitado para los coches. Apenas había tres coches, incluyendo el mío, y uno de ellos era del guarda forestal que vigila el entorno. Aquello era una buena noticia porque iba a poder disfrutar de la grandeza del castañar sin apenas gente.
El mugir de las vacas retumbaba en el ambiente haciendo eco. Me pareció una situación súper bella.
Se pueden realizar varias rutas por el castañar. Yo tomé la Ruta Bosques Mágicos, aunque la idea no era realizarla al completo.
Los castaños de varas altas son los protagonistas del primer tramo de la ruta.
No tardando mucho se llega hasta el Refugio Majalavilla. A escasos metros podemos ver también el castaño más viejo del lugar: Castaño El Abuelo.
Próximamente, se ve otro castaño de considerable tamaño. Me acerqué también a verlo.
También bajé un momento al riachuelo para hacer alguna fotillo. Aunque me salí de la senda principal, no dañé nada del entorno.
De nuevo en el camino, tenemos dos opciones: una es seguir por la ruta marcada en amarillo y blanco. La otra, volver por donde hemos venido. Como apenas llevaba cuarenta minutos en movimiento decidí seguir la senda en adelante y así investigar a fondo el castañar.
Lo siguiente que me encontré fue el puente de madera más famoso de todo el castañar. En la mayoría de fotos que se encuentran por la red del castañar aparece este puente.
En el mismo, hay un desvío hacia el Área Recreativa Las Barrancas. Como tan solo lo encontramos a diez minutos decidí ir en su busca.
Una vez aquí, volví sobre mis pasos para continuar por la ruta circular por el castañar.
La parte que más disfruté del castañar fue la que vino de aquí en adelante. Por el camino fui encontrándome castaños enormes que parecía que te iban a hablar de un momento a otro.
Aunque la mañana había estado cerrada de nubes, hubo un momento en el que el sol se metió entre las ramas de los castaños. Aproveché esos escasos segundos para captarlo.
Cuando la ruta llega a una especie de pradera se ve gran parte de la belleza del castañar. Aquí ayudó también los tímidos rayos de sol que seguían apareciendo de vez en cuando.
Los seres más grandes y viejos del lugar volvieron a aparecer en mi camino.
Finalizando la ruta volví a emocionarme con la maravillosa luz que entraba en el castañar.
Dos horas y media después de mi partida en el aparcamiento volvía a estar allí de nuevo.
La llegada fue sobre las 12 y aquello estaba empezando a parecerse a una romería. Los aparcamientos estaban llenos de coches (conté como mínimo 20 coches aparcados) y seguían llegando más y más. Mi recomendación es que si queréis disfrutar en condiciones este entorno vayáis muy temprano. Aunque si todo el mundo hiciera lo mismo se saturaría igualmente.
Sin más que contar de mis vacaciones otoñales 2022, me despido de vosotros hasta la siguiente ocasión en la que salga a fotografiar el mundo. Por mi parte, ha sido un auténtico placer haber compartido con vosotros todas mis vivencias por el norte de España.
Análisis del otoño 2022
Debo admitir que, a principios de octubre, empecé a ver fotos por las redes sociales de la llegada del otoño en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Me hizo recordar mis vivencias del año pasado en este entorno y me dije más de una vez que tenía que haber vuelto allí para seguir maravillándome con el otoño en el Pirineo Aragonés. Por momentos, me arrepentí de no haber elegido de nuevo este destino, pero ya no había vuelta atrás y tenía que seguir con el plan trazado por Asturias.
Una vez llegado noviembre, el día de encaminarse hacia tierras asturianas, lo hice ilusionado por encontrar un otoño bonito. Los primeros días encontré el monte algo verde y con el otoño asomándose tímidamente en el Parque Natural de Redes. Mi cabeza me seguía diciendo que la mejor opción hubiera sido Ordesa, aunque, yo me resistía a no encontrar algún lugar en Asturias que me emocionara por su belleza otoñal.
Los días pasaron y con ellos vinieron esos lugares. Cada salida a fotografiar los montes asturianos y leoneses hacía que me volviera al hotel emocionado y con la plena satisfacción de conseguir mi objetivo de traerme un buen recuerdo del otoño. Finalmente, la opción de Asturias/Castilla y León no resultó tan mala y no me arrepiento en absoluto de su elección. El otoño 2022 ha pasado a ser el segundo de otoños más fascinantes que he visitado. El primero, sin duda, sigue siendo el otoño 2021. Y es que para mí las vivencias en el Pirineo Aragonés el año pasado son únicas e irrepetibles hasta este momento. Considero que está un par de niveles por encima de este otoño en Asturias/Castilla y León, y tres o cuatro niveles por encima de otros otoños que he conocido en la Península Ibérica.
Por último, si todo sale bien, me quedan diez meses y medio para disfrutar del otoño 2023. ¡Qué largo se me va a hacer hasta entonces!
Castilla y León – El Bierzo: ruta por el castañar de Manzanedo de Valdueza
El miércoles 16 de noviembre me levanté dispuesto a acometer la penúltima de las rutas programadas para mis vacaciones otoñales del 2022. Despertaba en el Hotel El Castillo, a escasos metros del casco histórico de Ponferrada, capital de El Bierzo. Pero, antes de nada, quiero mostraros algunas fotografías que tuve la oportunidad de captar el día de antes durante mi viaje de Cangas del Narcea a Ponferrada. El monte leonés, en concreto por la comarca de Laciana, lucía un color otoñal espectacular. Como no tenía prisa en llegar a mi destino hice varias paradas para hacer fotos. Los paisajes que veía me convencieron definitivamente para apuntar en la lista el otoño leonés como futuro viaje.
Ahora sí, la subida hacia la pequeña población de Manzanedo de Valdueza fue toda una odisea. El GPS me enviaba una y otra vez por una carretera que en esos momentos tenían cortada por obras, por tanto, estuve dando vueltas cerca de 20 minutos intentando coger la carretera correcta. Gracias a las indicaciones de un matrimonio pude encontrar el desvío y llegar a Manzanedo de Valdueza.
Aparqué el coche al inicio del pueblo, junto a una pista de baloncesto. Desde aquí, antes de internarme en el castañar, subí por un pequeño monte para hacer alguna foto desde lo alto.
Luego, con mucho cuidado volví a bajar. El suelo estaba muy resbaladizo debido a la lluvia que había caído por la noche. Una vez abajo de nuevo, crucé el pueblo andando y me adentré en el castañar.
Nada más iniciar la ruta vi que iba a ser todo un espectáculo. Aunque los castaños no tuvieran el color rojo que a mí me gusta, lo cierto era que sus amarillos enamoraban a cualquier persona que le encante esta estación.
Mery y Pepe nos indican el camino que tenemos que tomar. La verdad, no tiene pérdida alguna y tan solo hay que andar por él sin salirse.
Como se puede observar en las fotos, algunos ejemplares de castaño son centenarios. Durante toda la ruta se pueden observar árboles de 400 o más años.
Es tan gratificante el paseo que sigues y sigues sin tener conciencia del tiempo que ha pasado o los kilómetros que llevas en movimiento. Soy consciente de que me he alejado bastante del pueblo al llegar a un claro y verlo a lo lejos.
Apenas anduve unos metros más. Al ver que el paisaje empezaba a cambiar y ver castaños más jóvenes decidí darme la vuelta para volver a juntarme con los seres más viejos del castañar.
Al llegar casi al punto de inicio del pueblo se puede ir hasta una ermita en ruinas: la ermita de Santa María de Escayos. Apenas se encuentra a 800 metros del pueblo, aunque, a mí se me hizo más largo. El camino de bajada hacia la ermita está justo donde se halla el cementerio.
Una vez vista la ermita, decidí darme la vuelta y volver hacia el pueblo. La pequeña cuesta de subida me hizo quedarme sediento. Y es que se me olvidó coger la botella de agua al inicio de la ruta. Sin dudarlo, bebí de una fuente. Su agua fría me revitalizó.
Justo al llegar al coche y dispuesto a volver a Ponferrada comenzó a llover bastante. Aproveché para hacer algunas paradas y tirar unas últimas fotos desde lo alto.
Como en casi todas las rutas realizadas me encontré con algún animalito. En este caso, un bonito mastín estaba tumbado en la mitad del camino. Pobre, le interrumpí en su descanso y se levantó al ver el coche.
A la hora de comer estaba descansando en el hotel. Mi idea era haberme acercado al casco histórico de Ponferrada para al menos visitar su castillo, sin embargo, esa tarde no paró de llover y no me apetecía mojarme. Como ya he dicho al principio de la entrada, tengo apuntado el otoño en tierras de León como visita en el futuro. Y aprovecharé para conocer Ponferrada con calma.
Sin más que contar, esta es otra de esas rutas recomendable para realizar en familia. No supone ningún esfuerzo, tratándose de un pequeño paseo por el campo.
P.D. Conocí esta ruta gracias, una vez más, a la página Rutinas Varias. Si queréis ver fotos bonitas, no dudéis en visitar su galería:
Asturias – Narcea: miradores de Muniellos y miniruta por el hayedo de Gedrez
El lunes día 14 de noviembre me levanté con las piernas bastante frescas. Sinceramente, creí que iba a tener unas agujetas descomunales tras la paliza del día anterior subiendo a la laguna de Muniellos, sin embargo, apenas tenía dolores y me encontraba con ganas de seguir descubriendo el entorno de Muniellos.
El día de antes por la tarde estuve charlando con el administrador de la página Rutinas Varias y me envió varias ubicaciones desde donde hacer fotos bonitas. La verdad, mi intención era únicamente acercarme hasta el mirador del Centro de Interpretación de Muniellos (no confundir con el Centro de Recepción de Visitantes) y así darme un pequeño descanso, no obstante, me animé a ir hasta las ubicaciones que me dijo Dani.
Mi primera parada del día fue en un mirador desde la carretera AS-348. Las vistas de todo Muniellos dejaban sin palabras.
Intenté encontrar el segundo de los miradores que me había pasado, sin embargo, el p* GPS me enviaba una y otra vez hacia el Centro de Recepción de Visitantes. Por tanto, me acerqué hasta el Mirador del Pico San Luis, cercano al centro de interpretación mencionado anteriormente. Desde allí, se puede hacer una ruta circular de apenas un kilómetro sin desnivel alguno (adaptado, incluso, para minusválidos). Una vez más, las vistas quitaban el hipo.
Aún me quedaba mucha mañana por delante, por lo que, sin duda, decidí acercarme hasta el hayedo de Gedrez. Era algo que, aunque lo habíamos hablado meses atrás, Dani me dijo que no me dejara atrás esta visita porque me iba a impresionar. Desde aquí, tengo que darle las gracias por darme a conocer este impresionante entorno. La carretera que une las poblaciones de Gedrez y Monasterio de Hermo era todo un espectáculo de color. Conducir por ella fue una sensación que no se puede contar.
Aparqué en un apartadero de la carretera e inicié un bonito paseo entre el hayedo. Se trata de un camino de uso particular, sin embargo, yo me animé a andar por él apenas un kilómetro a la ida y otro tanto a la vuelta. Si vais, que nadie note vuestra presencia y dejadlo todo como si no hubiérais estado allí.
Llegué a un pequeño riachuelo, donde me entretuve haciéndole fotos.
Pero, donde más tiempo invertí fue en un haya que se encontraba en el camino. Le hice muchísimas fotos desde todos los puntos. Al final, me he quedado con las que más me han convencido.
Tras finalizar el paseo cogí dirección con el coche hacia Monasterio de Hermo, sin embargo, apenas hice una parada para tirar un par de fotos. Según iba ascendiendo se veía el bosque cada vez más pelado de hojas y no quise pararme mucho.
A la hora de comer estaba de vuelta en el hotel emocionado por el increíble entorno por el que había paseado. Si visitáis la zona y no sois mucho de andar, no dudéis a la hora de adentraros en estos espectaculares paisajes. Apenas os supondrán esfuerzo y os llevaréis en la retina un bonito recuerdo.
Al día siguiente tocaría abandonar Asturias, aunque, aún tendría por delante algunos días más por tierras de Castilla y León. Justo cuando cargué las cosas en el coche, Asturias se despedía de mí deleitándome con un bonito arco iris.
Asturias – Narcea: ruta por el bosque de hadas de Muniellos
El domingo día 13 de noviembre era el DÍA GRANDE por Asturias, el momento de mi reencuentro con el increíble bosque de Muniellos. Era un día que estaba marcado con una X en el calendario desde el día 2 de enero, momento en el que reservé mi plaza para poder acceder a este entorno declarado Reserva Mundial de la Biosfera.
A Muniellos ya accedí en el mes de noviembre de 2014. Y desde entonces tenía una espina clavada debido a dos motivos:
1-No logré ver un otoño espectacular, pues ese año el otoño se atrasó por esta zona y cuando llegué estaba todo prácticamente verde.
2-No logré subir a la Laguna de la Isla. Hice el intento, pero mi falta de preparación me hizo darme la vuelta cuando me quedaban dos kilómetros aproximadamente.
Llegado el día, antes de salir hacia Muniellos, me miré en el espejo y me animé a mí mismo diciéndome que esta vez sí lo iba a conseguir, que me iba a quitar la espina del año 2014 e iba a ver la laguna. Para mí era todo un reto no solo por quitarme la espina (al final de la entrada os cuento por qué tenía que subir sí o sí).
Sobre las 09:00 comencé mi ruta. El primer kilómetro está adaptado para minusválidos y los tres siguientes se realizan sin apenas dificultad. Elegí la ruta del río, que es más corta y consta de subir hacia la Laguna de la Isla. La ruta larga, que va por la otra parte del río, no la elegí debido a que con mi ritmo no me iba a dar tiempo a realizarla antes de las 17:00, hora en la que debía estar de vuelta (en verano es más tarde).
Antes de llegar al Centro de Recepción de Visitantes me emocioné porque la primera de las espinas ya me la estaba quitando. Todo el entorno lucía un color otoñal precioso y nada más internarme en el bosque comprobé que así era también en el río.
No tardando mucho llegué al haya más famosa de Muniellos, aquella que aparece en la mayoría de postales de la zona. Aún no había mucha luz y la foto que le tiré fue subiendo la ISO (concepto fotográfico solo apto para entendidos de fotografía). Tampoco me preocupó mucho. A la vuelta tendría la oportunidad de volver a fotografiarla.
A pesar de la sequía, en Muniellos corría el agua. No tanta como en 2014, pero menos es nada.
Un desvío hacia las lagunas indica que se terminó el paseo. A partir de aquí, el camino asciende sin parar.
El agua siguió siendo el protagonista durante toda la ruta. Gracias a él, iba haciendo paradas para descansar y así entretenerme fotografiando pequeñas caídas.
De nuevo, otra indicación hacia las lagunas. En este punto noto ya mucho cansancio y me vengo un poco abajo al ver que aún me queda una hora y media hasta llegar a mi objetivo final. Me acuerdo de unas horas antes mientras estaba delante del espejo animándome a mí mismo. También pienso en el principal motivo por el que quiero subir a la Laguna de la Isla, por encima de quitarme la espina clavada de años anteriores.
Llego a un punto que me suena que fue donde me quedé en el año 2014. Al menos, esta vez, he logrado igualar mi meta de ocho años antes.
Enseguida, me doy cuenta de por qué me di la vuelta en el año 2014. Además de que me asfixiaba en la subida, recuerdo que me desanimé al ver la pendiente que aún queda de ahí para arriba. Paré a descansar un poco, me grabé en un vídeo (el cual no voy a subir) y luego seguí la marcha. En el camino me digo que he ido allí a sufrir, pero que merecerá la pena cuando llegue a la laguna. A pasos cortos, tramo a tramo, conseguí llegar a un punto clave de la ruta: los tres cruces. Un camino enlaza con la ruta por la otra parte del río (la ruta larga), otro lleva a la Laguna de la Isla y el otro es por el que he subido.
Me animo. Veo el camino hacia la laguna y tiene poca pendiente. Alguna que otra subida y bajada, pero intuyo que lo peor ya lo he pasado. Las vistas de todo el bosque según voy andando son impresionantes.
Aproximadamente veinte minutos después llegué a la Laguna de la Isla. Mi emoción saltó por los aires diciendo «¡LO HE CONSEGUIDO!». Sinceramente, la parte del camino más dura, la de la subida constante, es la que me pareció más fea. Puede que sea porque en la parte alta los árboles estaban casi totalmente pelados de hojas.
Tras haber descansado durante unos 20 minutos, deleitado con las vistas de todo el bosque de Muniellos y comido parte de un bocadillo tocó bajar de nuevo hacia el río. Eran las 12:00 aproximadamente cuando mis pies se pusieron en marcha.
A la vuelta tocó disfrutar realmente de la ruta, sin apenas sufrimiento y tomándome todo el tiempo del mundo para realizar fotografías. A la ida no utilicé el trípode, que había llevado a cuestas todo el rato. Fue volviendo cuando sí le di uso.
Tres horas después de mi partida desde la Laguna de la Isla, llegué de nuevo al Centro de Recepción de Visitantes. Allí me estaba esperando Romeo, un lindo gatito que no paraba de reclamar comida. Por supuesto, le di un trozo del bocadillo que me comí antes de dirigirme hacia Cangas del Narcea.
Pregunté a la mujer que si podía firmar en el libro de visitas, pero me dijo que ya no lo tenían. Una verdadera pena porque quería estampar una vez más mis impresiones del bosque de Muniellos. Por tanto, lo dejaré aquí (extendiéndome más que si lo hiciera en el libro de visitas):
En el año 2014 dije que volvería y he cumplido mi promesa ocho años después. Me he quitado la espina que tenía clavada por no haber logrado subir a la laguna. La paz y armonía que se respira dentro del bosque de Muniellos no la he conocido en ningún sitio. No se escucha nada de industrialización, ni maquinarias, ni coches. Tan solo se oye el cantar de los pájaros, el sonido del río al bajar o de las hojas caer. Muniellos, sencillamente, te atrapa en su bosque.
Os diré que para mí era todo un reto personal subir a la laguna no solo por quitarme la espina clavada desde ocho años atrás. Era una prueba para ver si, en el futuro, iba a poder aguantar una ruta que tengo pendiente en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Se trata de la Senda de los Cazadores, teniendo un desnivel de 650 metros en tan solo 2 kilómetros. La subida a la Laguna de la Isla de Muniellos consta de un desnivel de 700 metros en 7 kilómetros. Por tanto, si no aguantaba esta subida, claramente, no voy a poder aguantar la subida por la Senda de los Cazadores.
Por último, animo a todo el mundo amante de la naturaleza que visite el bosque de Muniellos. Soy consciente de que acceder es un tanto complicado, pues tan solo se permite la entrada a 20 personas por día. Las reservas se agotan con muchos meses de antelación, de hecho, cuando yo reservé la entrada el día 2 de enero para el día 13 de noviembre tan solo quedaba una plaza libre para ese día. Para otros días siguientes sí quedaban bastantes plazas. Si tenéis claro qué día queréis visitarlo, sin duda, reservad cuanto antes para no quedaros fuera.
El alojamiento donde me quedé en Cangas del Narcea fue el Hotel La Casilla. Me sorprendió gratamente que el dueño me dijera si ya había estado allí porque le sonaba mi cara. Efectivamente, fue el mismo hotel en el que me quedé en noviembre de 2014. Repetí los gambones a la plancha que tan buen sabor me dejaron en mi primera estancia.
Al día siguiente tocaría inspeccionar con el coche la zona. Quizá, ese día hiciera las fotos más bonitas de todas las vacaciones por Asturias. Y es que no es necesario pegarse una paliza andando para encontrar sitios que te dejan con la boca abierta. Tan solo hay que saber a quién dirigirse.